Conocidos por todos los que se habían cruzado en su camino como padre Carlos, esta mañana ha sido recibido por el Padre. Llevaba ya unos meses muy malito y con su último ingreso las fuerzas ya le empezaban a fallar. Amigos de la parroquia de San Marcos y de Cursillos de Cristiandad de Jerez y Sevilla ya nos baticinaban un final así tarde o temprano.
Conocimos a Don Carlos, como siempre me ha gustado llamarlo, en el cursillo 139 de Cursillos de Cristiandad de Jerez de la Frontera que hicimos en el santuario de Virgen de Regla en Chipiona del 31 de mayo al 3 de junio de 2001. La primera impresión era de un cura mayor, simpático, bonachón y cercano. Poco a poco descubrimos que ra mucho más que eso. Don Carlos era y es un santo. Un hombre llamado por Dios a entregarse a los demás solo por Amor.
Promovió en sus comienzos la creación de los primeros grupos scouts en Jerez, y por eso en el mes de marzo le pidieron a la alcaldesa que lo nombrara Predilecto de Jerez al padre Carlos González García-Mier, párroco de San Marcos. Ya tenía previamente la cruz de oro de los scouts mundial, cosa que no era gratuita. Su dedicación, entrega y saber hacer con los jóvenes le hacía ser uno con ellos. Un amigo.
A mí, cuando me viene a la cabeza la canción De Colores, también don Carlos se viene a la cabeza. La aprendí con él, cantandola más alta que nadie cuando comenzaba el cursillo 139 que tanto me cambió la vida. Como aprendí, también con él, que hay curas que (con sabiduría) nos rompen todos los esquemas, derrumban los cimientos que durante muchos años has cuidado creyendo estar más cerca de Dios que nadie, y de pronto ahí estuvo él. Por vivir conforme al esquema del cristianismo en el que creo.
¡Me enseñó tanto! Desde el púlpito en nuestra boda, con ese gesto tan suyo y tan particular de unir los dedos en un pellizco, poniéndole así a su discurso los puntos y las comas y los acentos; sobre todo, (con tanto acierto) los acentos. Como cuando a la hora de la colecta advierte -sin ofender pero también sin disculparse- que nadie se tome la molestia de echar la calderilla miserable; no sirve. O a la hora de comulgar (sin tapujos), cuando reprendió a los asistentes por ser invitados al mayor banquete que nunca ellos pudieron imaginar y no probar bocado. O predicando (con tanto ejemplo) sin palabras. O escuchando (con santa paciencia) a quien lo necesita. O construyendo (con ladrillos) donde hizo falta. O fomentando aquellas iniciativas (como la de cursillos de cristiandad) que posibilitan el seguir a Jesús, cada uno como mejor lo entienda. Y siempre con entusiasmo, su bendito e inagotable entusiasmo.
¡Me enseñó tanto! Desde el púlpito en nuestra boda, con ese gesto tan suyo y tan particular de unir los dedos en un pellizco, poniéndole así a su discurso los puntos y las comas y los acentos; sobre todo, (con tanto acierto) los acentos. Como cuando a la hora de la colecta advierte -sin ofender pero también sin disculparse- que nadie se tome la molestia de echar la calderilla miserable; no sirve. O a la hora de comulgar (sin tapujos), cuando reprendió a los asistentes por ser invitados al mayor banquete que nunca ellos pudieron imaginar y no probar bocado. O predicando (con tanto ejemplo) sin palabras. O escuchando (con santa paciencia) a quien lo necesita. O construyendo (con ladrillos) donde hizo falta. O fomentando aquellas iniciativas (como la de cursillos de cristiandad) que posibilitan el seguir a Jesús, cada uno como mejor lo entienda. Y siempre con entusiasmo, su bendito e inagotable entusiasmo.
¡Me anima tanto! Porque mucho de lo que veo en las esferas eclesiásticas no me gusta. O no me encaja, o no me convence. Quisiera ver rotos -saltando por los aires- muchos esquemas. Pero en personas como él, que nos rompen los esquemas, veo que el cristianismo no es una entelequia. Y en sacerdotes como él, veo a la Iglesia a la que pertenezco. No me cabe duda de que será santo entre los santos, que estará con Dios a su diestra y que no por que él deje de estar con nosotros, sus más allegados se quedarán huérfanos, sino que serán llevados por él desde el cielo.
Muchas gracias Don Carlos por hacernos entender que nuestra vida, igual que nuestro matrimonio, es fruto de nuestro ministerio. Ahora más que nunca gritaré tan alto como tú: DE COLORES!!!
Sin duda.. como diríamos de Juan Pablo II, santo subito. Encarnó la auténtica esencia del mensaje evangélico. Que el cura Carlos interceda por nosotros los que aún seguimos la batalla de la fe en estos tiempos. Su testimonio, su voluntad y clarividencia nos impulsa a todos.
ResponderEliminarUn saludo
Manuel (Jerez)