jueves, 25 de marzo de 2010

Actitud fundamental: Guardar su Palabra

Entre el ser de Dios y el vivir en su palabra, se configuran dos actitudes fundamentales. Pero no es una cuestión de voluntarismo sino de seducción: el corazón del hombre enamorado responde con amor. A eso nos invita la Palabra, a mostrar una solidaridad universal pero hecha de respuestas concretas: poner un poco de luz, dar un poco de cariño,… Su “no descansar” evoca evangélicamente “permanecer en el amor”.
Ahora bien, no desde la voluntad sino desde la experiencia (la misma de Jesús en el evangelio de hoy)… ¿Cuál y cómo es mi propia experiencia de Dios? ¿Tengo sed de él? ¿Cómo alimentarla hoy?

Dijo Jesús a los judíos: “Os asegu- ro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”. Los ju- díos le dijeron: “Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre?” ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que mu- rió? También los profetas murieron;
¿por quién te tienes?” Jesús contestó;
“Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glo- rifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozc;, y si dije- ra: “No lo conozco” sería, como voso- tros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría”. Los judíos le dijeron: “No tienes toda- vía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?” Jesús les dijo: “Os asegu- ro que antes de que naciera Abrahán, existo yo”. Entonces agarraron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Jn 8, 51-59
Sigue la polémica sobre la identidad de Jesús, vinculada a Dios. Pero Jesús da un salto cualitativo: primero reitera la promesa de vida sin fin a quien esté con él (por tanto, con el Padre); y en segundo lugar, hace un subrayado ahora elocuentísimo de su identidad, con la expresión “existo yo” (“yo soy”), reservada a Dios en la tradición bíblica. Por eso, es claro, querían matarlo.
Los argumentos de Jesús han sido de autoridad: las figuras de Abraham y del Padre le dan crédito. Pero tomadas no sólo como argumento, (y esto es importantísimo), sino como verdad experiencial y existencial. El Padre no es, para Jesús, un argumento o una ideología, sino una experiencia viva (“lo conozco”). Y eso es más fuerte que “ser de Abraham”.
Inmediatamente unido a la experiencia de Dios viene “guardar su palabra”: lo propone Jesús al comienzo, y es lo que él mismo afirma hacer, en mitad del texto… ¿Qué es guardar la palabra? ¿No tendrá acaso que ver con escuchar la palabra y ponerla en práctica? ¿No será, en el mismo lenguaje, permanecer en el amor?

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