Personalmente, la habilidad de estudiar, entender y responder a la verdad de Dios es uno de los grandes gozos de la vida. Pero más aún, la habilidad y oportunidad de comunicar a otros esta verdad gozosa es la acción de enseñar bajo la pedagogía de Jesús de Nazaret. Ambas, en paralelo, es algo que ocupa una cierta inquietud y dificultad a la hora de enseñar la Biblia a nuestros alumnos en el aula.
Deduzco bien que, habiendo vivido el poder transformador del Espíritu Santo a través del entendimiento y aplicación de la palabra de Dios, siempre queda un deseo contagioso de compartir esta experiencia con otros, pero siempre con el pequeño miedo de hacerme entender a otros y hacerlo mediante el soplo del Espíritu. Como dice un buen amigo: “Todo lo que salga de mi boca que haga cambiar tu corazón es obra del Espíritu, y aquello que quede en la nebulosa y la crítica es culpa de mi ignorancia de Dios”.
El punto de esta lección es la de ayudar al educador a enseñar a compartir la verdad de Dios de las Escrituras con mayor habilidad y placer. Una de las dificultades que encuentro es, a continuación del estudio de la Biblia, es la de hacer traspasar por el entendimiento la Palabra de Dios a la comunicación de la Verdad Revelada que culmina en Cristo, y por tanto tengo que transmitir esa dimensión socio-comunitaria-litúrgica desde la vida en comunidad eclesial.
Otro de los obstáculos podrá ser el perderme en las teorías pedagógicas y de comunicación, presentando modelos complejos que me impidan la habilidad de aplicar cualquier lectura de las Sagradas Escrituras a una comprensión abstracta de experiencia de vida.
Cuando se lee la Biblia no hay que ser tan cuadrado y entender tan literalmente lo que dice el escritor, pero hay que comprender el contexto en el que se escribe, la época distinta, un vocabulario muy concreto (tras muchas traducciones de traducciones) y forma de expresión aún mas distinta todavía. El modo en el que fue escrito estaba hecho para gente de esa época y se acomoda al modo de pensar y expresarse del pueblo al que se dirigía. Hay que comprender los distintos idiomas y las distintas utilizaciones de este, géneros literarios, etc. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Este aspecto también tiene su debate y aristas.
Otros problemas lo encontramos en la falta de información (y formación), en la que pueda parecer que existieran contradicciones en la propia enseñanza literal y la espiritual. Explicar la Biblia por la Biblia, una enseñanza que en algún fragmento parece incompleta se complementa con otra. Pero más allá de lo probable, como buen amante de la lectura bíblica, no podemos olvidar el mensaje del plan de salvación y la plenitud del encuentro del hombre con Dios desde lo alegórico, moral y anagógico. La Escritura enseña los hechos, la alegoría lo que hemos de creer, el sentido moral lo que hemos de hacer y la analogía a donde hemos de tender. Por eso es importante entender que cada género literario en la Biblia tiene su “tipo de verdad”.
Lo importante en la Biblia es lo que quiere enseñar y no el modo de hablar que usa para enseñarla. Por esta razón, este segundo condicionante puede también confundirnos y caer en afirmaciones difusas al entendimiento de nuestros catecúmenos. La interpretación de la Biblia no debe forjarse a base únicamente de ciencia y competencia, sino ante todo mediante la adhesión de la fe y la aceptación humilde de la palabra de Dios. Por encima de las interpretaciones particulares esta el juicio de la Iglesia, transmitida por Cristo a los Santos Padres, y a la Tradición y el Magisterio.
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