Por la fuerza del Espíritu Santo los Apóstoles salieron a predicar el Evangelio por el mundo de entonces. Este envío es también dirigido a cada uno de nosotros. Dios nos convertirá en sus testigos si le permitimos cambiarnos por dentro. Esta Pascua es un período de gracia en el que podemos dejar que Dios triunfe en nuestros corazones.
Para ello, es muy importante la oración, la participación en la Eucaristía, la recepción del sacramento de la Confesión, la docilidad a las inspiraciones divinas, etc.
Jesús resucitado vive en nosotros por la gracia santificante y espera hacer de nosotros unos grandes apóstoles como san Pedro o san Pablo, etc. Que María de Nazaret sea nuestro referente para llegar a su Hijo.
¿Estamos dispuestos a convertirnos en sal de la tierra y en luz del mundo, por medio de un cristianismo auténtico?
Jesús nos pide ser los nuevos testigos de su Resurrección, sus mensajeros de caridad, que atraigan a muchas otras personas hacia su amor y hacia la Iglesia. No tengamos miedo de dar nuestro sí generoso y decidido a Cristo. Démosle a Él el primer lugar en nuestra vida, tiempo libre y actividades.
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