La Cuaresma es el tiempo que prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia. Es lo que verdaderamente caracteriza la Cuaresma. Con el servicio más abundante y profundo de la Palabra, que ofrece la liturgia cuaresmal, se pretende conseguir una maduración en la fe en el sentido pascual auténtico y en la línea del compromiso bautismal: pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del mal al bien, de las tinieblas a la luz.
Y más aún si aprovechamos la Cuaresma para enriquecernos con los actos extraordinarios programados en las comunidades parroquiales y otras instituciones: conferencias, charlas, encuentros, cursillos, ejercicios espirituales, retiros, etc. Con la escucha de la Palabra, la reflexión sosegada y la oración serena podremos, no sólo examinar nuestros actos, malos o buenos, sino también buscar y encontrar las causas, hábitos, costumbres, actitudes, y llegar hasta la profundidad de las tendencias, que son las raíces de todo lo positivo y negativo que hay en nosotros. De esta manera, poco a poco, lograremos mejorar el pequeño mundo de la propia vida personal y tratar de sensibilizar cristianamente nuestro ambiente familiar, el campo de nuestro trabajo, el círculo de nuestras amistades y hasta el recinto de nuestras diversiones.
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