El tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia.
La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual. La cuaresma es el tiempo penitencial por excelencia tanto para cada uno de los fieles, como para toda la Iglesia.
El miércoles de ceniza nos predica austeridad. Nos enseña que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita; que no es más libre el que más consume, sino el que más comparte; que no es más hombre el que más engorda, sino el que más crea. La felicidad no es producto de consumo, sino canción del alma; no entra de fuera adentro, sino que sale de dentro afuera.
Ayunar y abstenerse de comer carne. Más que una ley es una llamada de atención, un signo pedagógico. Ayunamos para la libertad y el amor, para liberarnos de las cosas y compartirlas. Si no es así, mejor que no ayunes, porque ese ayuno legalista serviría para tu propia autojustificación. Si te conformas con ayunar, crees que llegas al límite del cumplimiento, cuando no has empezado ni el catón; crees que agradas a Dios, cuando no eres más que un esclavo de la ley. El yugo y la carga de Jesús no son ayuno y cenizas. El ayuno y la ceniza que Dios quiere ya están claros desde Isaías.
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