lunes, 9 de junio de 2008

¿Cómo pudiste tú, Padre Dios?

Desde aquí nuestra oración en la comunión de los santos por el hijo de Lola, amiga personal de Amparo, Pepa y mía, que falleció en un desgradiado accidente el pasado fin de semana. Es en estas circunstancias cuando te llegas a cuestionar qué injusta es la vida, que retos nos deparará y cómo no estamos libres de nada.
Siempre que llega una noticia tan desafortunada como ésta te das cuenta que aquella persona que da la vida por los suyos y los demás, y la que sacrifica todo su tiempo y esfuerzos es tambien la que entrega todo lo más querido. Desde aquí, como padre creo, que no estamos preparados para entregar a un hijo antes que nosotros nos vayamos. Y ante esta afirmación se me viene a la mente la entrega del Hijo del Padre, y la pregunta: ¿Cómo pudiste tú, Padre Dios? Era tanto el amor por nosotros que lo dio todo: No hay amor más grande que éste. Podemos decirlo sin medias tintas: ¿Quién no se sacrificaría vida a favor de la de su hijo o hija y se pondría en su lugar?.
Esta vivencia que seguramente Lola esté pasando durante estos días demuestra cómo el Evangelio es posible de ser vivido concretamente. Y no quiero perder el norte de lo que comentaba ayer: "Estamos aquí también para agradecer al Señor". Y aunque nos parezca una paradoja y absurdo agradecer en un momento de dolor, estoy plenamente convencido, y la fe me da muestra de ello, que ella como madre estará también agradeciendo su vida, que ha sido un don para ella, como chaval para muchas personas y familiares, para su pequeña y querida hermana..., ha dado la vida (le han quitado la vida).
Esto ya me comporta e interpela cómo el Evangelio se hace presente: "Por sus frutos los conoceréis", y es aquí donde comenzará su madre a dar cuenta que su hijo, aunque no esté, sigue siendo un don. Será todavía un don. Unido al amor mismo de Jesús, continuará misteriosamente y realmente para dar fruto, y así la fe no se quedará solo en bonitas palabras, sino que ese don lo vemos vivo y con hechos. Nos encomendamos a su intercesión, ya que Dios lo tendrá muy alto en el Cielo, junto a su Madre, que también renunció a todo por su Hijo.

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