En este último año de visitas a las casas y claustros salesianos me contaba el portero de una de las Casas que un año hubo que hacer reformas en la Iglesia. Algunos operarios eran muy devotos de la Virgen y para ellos no solo era un honor, sino también una satisfacción tener a unos metros a Nuestra Señora.
Pues sucedió que trabajando en dichas restauraciones, tras la colocación del andamiaje y un día intenso de jornada laboral, uno de ellos a última hora recogiendo el material olvidó parte de las herramientas en la parte superior del cuerpo de andamios. Como era subir y recogerlo simplemente, y fruto de la confianza de hacerlo centenares de veces a diario y la sencillez de la operación no tuvo reparo en fijarse por su seguridad. Estando arriba recogió, y en la operación de descendimiento la estructura cedió y cayó desde una altura considerable al vacío sin protección ninguna. Tal fue el destrozo y el estruendo, que cuando el portero advirtió de lo que sucedió, corrió urgentemente dentro, viendo como el operario estaba entre hierros y tablas y dentro de una gran polvareda.
Se acercó a auxiliarle preguntandole que sucedió. En ese momento, se levantó sin ningún rasguño y mirando arriba respondió: "alguien me ha recogido al caer. Fue una Señora..."
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