Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora. ¿Podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros? Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida? ¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor?
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