La práctica de la voluntad de Dios exige sobre todo coherencia. Es fácil saber qué es lo que Dios quiere de nosotros o descubrir su voluntad, pero nos cuesta seguirla. Es por eso que nos es necesaria la autenticidad y la fidelidad a la propia conciencia para guiarnos siempre por los valores cristianos, aunque esto nos exija no vendernos a nuestras inmundicias.
Hoy quiero aprender de la Virgen María a acoger la Palabra de Dios en nuestro corazón con docilidad y a llevarla a la práctica con esmero. Así seré verdaderamente dichoso. Mi compromiso es imitar hoy la actitud de María, pronunciando un “Amén” generoso a los designios de Dios en mi vida.
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