martes, 18 de octubre de 2011

La corrección fraterna

Mateo, 18, 15-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.


Como otras tantas obras de misericordia, los cristianos tenemos el deber de hacer corrección fraterna con aquellos que nos roden, pero siempre desde el fruto de la caridad, la humildad y la fraternidad, nunca desde la crítica, el enjuiciamiento y la destrucción del otro.  Es el amor del Señor el que nos llama en urgencia y nos ayuda a corregir a nuestro hermano en el seguimiento hacia la verdad, el camino y la vida.
Últimamente me encuentro en el dilema de cuánto debemos ayudar a los demás y ser valientes de hablar a los otros desde el corazón. Dejar de ser mediocre callándome por comodidad o cobardía al qué dirá, a la seguridad de lo social, la relación con él o a la indefensión o la ofensa no ayuda a cargar la cruz con entereza del otro.
Si, al contrario, nace de la irritación por una ofensa que haya recibido, herido mi amor propio, porque ha hecho algo que me ha molestado estoy colaborando desde el mal, la incomprensión y la vanidad. La corrección fraterna es consecuencia de la mirada cristiana de estar bautizado y pertenecer a la Iglesia Universal del TODOS UNO, que se sabe co-responsable, corredentor, de la santidad de los demás. Si lo hago desde la humildad mirando mi propia indignidad, reconociéndome pecador en la presencia de Dios y hago examen de conciencia de mis propias faltas de caridad, entonces estaré colaborando al cambio del otro en su corazón. En ese momento sentiré que volvemos a ser hermanos.
La medida de la correción está en ser lo suficientemente justo para no violentarlo y caer en el desánimo, ni tampoco pecar en la connivencia para que el otro no solo no se corrija y continúe en su actitud.
Y si en algún momento corregimos y al hermano le parece "intolerable" lo que le hemos dicho, quizá sea conveniente meditar las palabras de San Cirilo: "La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios" (Catena Aurea, vol. VI) .

"Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no te abatas cuando seas por Él reprendido; porque el Señor reprende a los que ama, y castiga a todo el que por hijo acoge" (Hb 12, 5-6; Prov 3, 11-12).

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Noticias TV Iglesia