Esta
reflexión me lleva a seguir centrado principalmente en la preocupación de
nuestra Iglesia y concretamente de nuestra comunidad. Yo, que desde hace más de
20 años he estado dedicando mi vida a la educación y a la pastoral de jóvenes,
no he entendido nunca este ámbito eclesial de otra manera, salvo como el MOVIMIENTO
de acompañar a nuestros niños y jóvenes a descubrir, seguir y comprometerse con
Cristo Resucitado, para transformarlos en hombres y mujeres que puedan llevar
el mensaje del Evangelio a todos los lugares y en cualquier lugar y momento de
sus vidas. Por eso, cuando escucho, me comentan y veo que en nuestra Parroquia
no se integra la experiencia de vivir la fe al 100% no salgo de mi asombro.
Sé
que conocer la realidad y la cultura juvenil y saber hacer de ella una lectura
pastoral es complicado y exigente, y
evidentemente no es fácil. El esfuerzo por partir de la realidad compromete a
forjar y construir una identidad en el siglo XXI, pero no por ello debemos dejar
de olvidar quienes somos, a qué estamos llamados y cómo podemos ponernos al
servicio de Dios y de la Comunidad eclesial en todos los ambientes de la vida.
Una pastoral juvenil que quiera responder realmente a la realidad juvenil, no
puede desconocer estas dimensiones.
Como
acción de la Iglesia, la pastoral juvenil tiene como agentes a todos los
cristianos, no solo a los sacerdotes, catequistas, animadores o seglares
comprometidos. Yo, en primera persona, me siento llamado por Dios en la Iglesia
para asumir el servicio de motivar, integrar y ayudar a crecer a otros jóvenes
en el proceso comunitario y vivencial de la fe, dando testimonio de la convivencia
fraterna y la comunicación, alentando el encuentro con Dios y el compromiso
solidario con los demás, vinculando a los jóvenes y al grupo con la comunidad, y
trabajando en equipo con los otros agentes pastorales y los sacerdotes.
Por
ello y por mucho más, pero no quiero extenderme (creo que se entiende), la
labor del PASTOR de la Iglesia es fundamentalmente el eje donde puede se
vertebran y se encarnan todos los desafíos que el mundo de hoy y de nuestros
jóvenes (y no tan jóvenes) debe RESPONDER CON FIDELIDAD al Ministerio. Y los
ojos con los que lo veo son de manera atractiva, motivante y rejuvenecedora
¡OJO!
Pero
no puedo olvidar que quien debe ejercer el Ministerio de acompañar, en nombre
de la Iglesia, los procesos de educación en la fe de los jóvenes es el párroco,
los sacerdotes que lo acompañan, los diáconos y otros consagrados. Si en
algunos momentos se ha optado por acompañar los procesos grupales para que sean
espacios de crecimiento humano y maduración en la fe (los primeros más y los
segundos menos), formando y capacitando a los catequistas para que sean puente
entre el mundo adulto y el mundo juvenil, tanto a nivel eclesial como a nivel
social. Y no está mal, pero debemos de asegurar en todas nuestras estructuras
la FORMACIÓN TEOLÓGICA, la ORACIÓN COMUNITARIA (y personal) y compartir juntos
los SACRAMENTOS. Por ello, si en algún caso los sacerdotes no pudieran
ejercerlo en primera persona, siempre pueden conferir este servicio a
determinadas personas para bien de la comunidad, como ya se hace, y para la
mejor realización de la misión en la Comunidad. En este sentido, no es un ministerio
exclusivo del sacerdote, sino fundamentalmente, un ministerio laical. Soy un fiel seguidor de que este siglo es de los
seglares.
En
resumen, una pastoral juvenil con metodología propia: el “ver-juzgar-actuar-revisar-celebrar”
permite afirmar que hoy es un estilo de
vida y una espiritualidad, que
vive y celebra la presencia de Dios en el mundo y en nuestros ambientes, la
actitud de conversión continua y el compromiso para el cambio de la realidad.
Ahora bien, si como actualmente, se quiere seguir
viviendo con una espiritualidad particular del seguimiento de Jesús, pero que no
logra el encuentro entre la fe y la vida, y está centrado más en lo humano que
en la formación en la fe, no es lo que estoy buscando y deberé continuar mi
reflexión con mi llamada dentro de la Iglesia.
Un programa básico de crecimiento en la fe, a mi modo de
ver, viviéndolo desde la espiritualidad (SOMOS DEL ESPÍRITU SANTO) debe
contener los siguientes ejes (lo hago a vuela pluma…):
·
Encontrar a
Dios en la vida: espiritualidad de lo cotidiano;
·
Vivir como
vivió Jesús: espiritualidad del seguimiento de Jesús vivo y presente;
·
Comunión y
servicio: espiritualidad de pertenencia a la comunidad eclesial;
·
Alegría y esperanza: espiritualidad litúrgica y
celebrativa (Vivir los tiempos litúrgicos: Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua);
·
Anuncio y
compromiso: espiritualidad laical y misionera;
·
Pequeños y excluidos:
espiritualidad de la opción por los pobres;
·
Muerte y
resurrección: espiritualidad pascual;
·
María,
mujer, joven, madre: espiritualidad mariana.
·
Ser
cristiano es dar la vida: espiritualidad de la Bienaventuranzas.
·
Nuestro
Proyecto de Vida Personal.
Un abrazo a todos y que solo el Espíritu Santo siga
iluminando nuestras mentes y nuestros corazones para no alejarnos de Él.
Paz y Bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario