Queridos hermanos y hermanas:
A última hora de la tarde de ayer, miércoles 13 de marzo, en el balcón central
de la Basílica Vaticana, ventana abierta a la ciudad de Roma y al mundo, con
emoción en los rostros y calor en los corazones, hemos contemplado la figura
del nuevo Papa. La Iglesia católica tiene ya un nuevo Padre y Pastor, que ha
elegido como nombre Francisco I. Nuestra transitoria orfandad ha terminado.
Dios ha cumplido su promesa: “Suscitaré un sacerdote fiel, que obre según mi
corazón y mis deseos” (1 Sam 2, 35).
En esta hora de gozo y esperanza para la Iglesia, invito a todos los fieles de
la Archidiócesis a recibir al nuevo Pontífice con espíritu de fe, que es la única
forma de responder a las intervenciones de Dios en la historia. No dudemos que
es el Espíritu Santo quien lo ha puesto como Cabeza visible de toda la Iglesia,
para regir la casa del Dios vivo. Acojámosle como el que viene en nombre del
Señor, porque “nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios”
(Heb 5,4).
Con la elección de Su Santidad Francisco I como Obispo de Roma y Pastor de toda
la Iglesia comienza una nueva etapa para la comunidad cristiana extendida por
todo el mundo, en continuidad estrecha con su fecunda historia reciente y
lejana, que se remonta hasta el mismo Jesús. La Iglesia, por disposición del
Señor, está regida por pastores humanos, el Romano Pontífice, sucesor de Pedro,
y los Obispos, sucesores de los Apóstoles. Todos ellos sirven a la Iglesia con
sus facultades y talentos para acrecentar la vida cristiana del Pueblo de Dios.
El Papa Francisco I, con la cercanía, sencillez y humildad con que esta tarde
se presentaba ante los fieles, y con la gracia de Dios, pondrá todas sus
capacidades sobrenaturales, intelectuales y humanas en su servicio primacial.
Estad seguros de que se entregará sin reservas para actualizar cada día la
misión permanente e irrenunciable de la Iglesia, “continuar, bajo la guía
del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio
de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (GS
3).
En esta hora de gozo para todos los hijos de la Iglesia, exhorto a todos los
católicos sevillanos a acoger con cariño, amor y auténtico espíritu
sobrenatural a nuestro nuevo Papa, Su Santidad Francisco I. De nuestra acogida
obsequiosa y sincera y de nuestro amor filial al Santo Padre cabe esperar
muchísimos bienes para nuestra Iglesia diocesana. Con estas actitudes, como nos
asegura el Concilio Vaticano II hablando de la comunión entre pastores y
fieles, “se robustece en los seglares el sentido de la propia
responsabilidad, se fomenta su entusiasmo y se asocian más fácilmente las fuerzas
de los laicos al trabajo de los pastores.” (LG 37).
Pidamos todos al Señor que guarde y proteja al Papa, que le conceda salud y
ánimo redoblado en su tarea, que su palabra y ejemplo sirvan para la edificación
de la Iglesia y de los fieles, que sea principio y fundamento visible de la
unidad de todo el Pueblo de Dios y que aliente e impulse todo aquello que la
Iglesia puede comunicar a la sociedad actual, la luz de su doctrina y, sobre
todo, la persona de Jesucristo, el único salvador y redentor. El Santo Padre
será una ayuda inestimable para que toda la actividad temporal de los fieles
quede iluminada por la luz del Evangelio.
Por último, me dirijo a todas las personas de buena voluntad que aunque no se
sientan miembros de la Iglesia, son conscientes de lo que el Magisterio del
Papa representa para la humanidad inmersa en la cultura de la globalización.
Les invito humildemente a recibir al nuevo Papa con respeto y esperanza. Si
bien es cierto que la misión que Cristo confió a su Iglesia no es de orden
político, económico o social, no es menos verdad, como hemos comprobado en el
fecundo Pontificado de Benedicto XVI, que el Papa, por cuya voz habla la
Iglesia, desde su propia misión religiosa aporta luces y energías decisivas
para robustecer la unidad de la familia humana, la justicia, la concordia y la
paz entre los pueblos, constituyendo un vínculo estrechísimo entre las
diferentes naciones y comunidades. En él encontraremos siempre fortaleza para
luchar por todas las causas nobles y firmeza interior para comprometernos con
las justas aspiraciones de la sociedad, particularmente de los más pobres. En
la palabra del Papa podremos buscar aliento y orientación para trabajar por los
derechos fundamentales de la persona, de la familia y los imperativos del bien
común. En suma, el Papa será para todos fuente inagotable de energías
espirituales de las que tan necesitado está nuestro mundo.
Me dirijo ahora de nuevo a los católicos sevillanos para urgirles a retomar con
ánimo ilusionado el trabajo de la Nueva Evangelización, unidos al nuevo Pastor
de la Iglesia. Despertemos de la somnolencia que esteriliza, del desánimo y de
la desesperanza. Con el nuevo Papa, nos espera una tarea apasionante: anunciar a
Jesucristo en esta sociedad como camino, verdad y vida de los hombres y única
esperanza para el mundo.
Por mi parte, como Arzobispo de esta venerable Iglesia de Sevilla, junto con mi
Obispo auxiliar, renuevo de todo corazón mi comunión con el Romano Pontífice
Francisco I, sucesor de San Pedro, e invito a todos, autoridades y fieles, a la
solemne Eucaristía de acción de gracias por el nuevo Papa que celebraremos en
la Santa Iglesia Catedral el próximo domingo día 17 de marzo a las 6 de la
tarde. Pido a los sacerdotes que en todas las parroquias y comunidades
cristianas se celebre una Eucaristía especial para agradecer al Señor el regalo
de nuestro nuevo Padre y Pastor y para invocar sobre él los dones del Espíritu
Santo.
Con ánimo ilusionado, a todos os envío mi saludo fraterno y mi bendición.
+
Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo
de Sevilla
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