El discípulo del Evangelio no podrá realizar la misión de pregonero si no posee el sentido de Cristo, tal como Pablo lo ha expresado de manera impresionante. Solo quien ha hecho la experiencia de haber sido curado y pacificado por Cristo podrá testificar la fuerza salvadora y sanante de Jesucristo.
El misionero invita a su hermano a situarse ante el amor crucificado de Jesús, el cordero de Pascua, que nos libera y nos reviste con la túnica de los hijos de Dios, en una alegría y en una paz que son fruto del Espíritu Santo.
Como cristianos que intentamos poseer el sentido de Cristo deberemos entrar en el compromiso de saber comunicar el núcleo del Evangelio, que no es otro que la compasión y la misericordia (Mt 5,48; Lc 6,36), que nos asemeja al Padre del cielo desde su creación, nos hace salir de actitudes de temor y desconfianza y nos adentra en una comunión de los santos cuyo término es la gloria de la vida eterna en Cristo resucitado.
En este sentido la misión del cristiano se realiza en el gozo de saber que es Cristo quien continua salvando a los hombres.
En este sentido la misión del cristiano se realiza en el gozo de saber que es Cristo quien continua salvando a los hombres.
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