viernes, 11 de junio de 2010

Educar en el esfuerzo tiene recompensa

Hoy día oímos hablar mucho del esfuerzo, de la necesidad de esforzarse para conseguir algo en la vida. Sin embargo, la sociedad del bienestar nos está vendiendo la idea contraria a la necesidad del esfuerzo. Parece que la comodidad y el confort se pueden alcanzar sin trabajo e incluso que estén reñidos con él. Esta idea supone un coste que afecta de forma especial a los niños y jóvenes. Observamos que los niños presentan una incapacidad alarmante para soportar esfuerzos. Incapacidad que supone consecuencias muy negativas para la persona como sentimientos de impotencia y conformismo; la no valoración de las cosas y, consecuentemente, la incapacidad de disfrutar de ellas y la falta de entusiasmo.

Estos factores pueden desembocar en conductas de riesgo para el desarrollo personal, como el consumo de sustancias asociadas a la obtención de placer fácil o bien para poder soportar el esfuerzo que supone la realización de determinadas actividades: ir de marcha sin cansarse, comer sin engordar, etc.

Muchas veces, con tal de evitarles cualquier sufrimiento, se procura que no se enfrenten a situaciones que les supongan algún esfuerzo o contrariedad, sin reparar en que con ello se corre el peligro de contribuir a la formación de una personalidad débil, caprichosa e inconstante, incapaz de enfrentarse a cualquier tarea seria y ardua en el futuro.

La clave no está en evitarles el sufrimiento sino en dotarles de estrategias y habilidades que les ayuden a desarrollar las capacidades necesarias para enfrentarse a las dificultades y contratiempos que se les presenten.

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