Dicen que una hermana suya preguntó a Santo Tomás de Aquino: «Tomás, ¿qué se necesita para ser santo? ». Y que él contestó, sencillamente: «Querer. Para ser santo se necesita eso, querer».

Si nos sorprendía cómo fue forjada la vida de Juan Pablo II y horas después de su fallecimiento ya había personas en el mundo que se encomendaban a él como santo, cuánto más podemos decir que hoy por hoy se puede llegar a la santidad queriendo.
Yo quiero ser santo. Si no fuera así, no estaríamos hablando de qué debería uno hacer para serlo. Sólo querer serlo.
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