
La oración, el sacrificio, la reparación, la penitencia: estas cosas constituyen lo que llamamos la vida cristiana. Y qué duro se nos hace a algunos aceptar, asumir o interiorizar el para qué. La vida cristiana es mucho más que una simple lista de prohibiciones (que no sacrificios); es esencialmente una vida de amor. El amor significa autosacrifcio y entrega a la voluntad de Dios (y para los demás), es decir, generosidad con Dios y los otros.
En resumen, la oración y el sacrificio son las dos armas que Nuestra Señora nos dio para llegar a su Gracia. Sin la oración, no puede haber verdadera enmienda de vida, y el sacrificio es parte de la vida cristiana. Sino reflexiona el título de este blog: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga» (Mt. 16:24).
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