Con el rito de la imposición de la ceniza, hemos comenzado este tiempo de gracia y misericordia divinas. Cada año la Cuaresma es como un toque de trompeta que convoca a la comunidad creyente (cf. Joel 2, 12-18), para que, quienes nos sentimos seguidores de Jesús y miembros de su Iglesia, emprendamos con firmeza el camino de los cuarenta días para hacer, junto con Cristo y con su gracia renovadora, “el paso del hombre viejo al hombre nuevo”. ¡Adelante! Hagamos un esfuerzo serio de conversión y renovación para celebrar la Pascua anual y reavivar nuestras vidas a la luz del Evangelio.
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