
Venga tu Reino, el que Jesús anunció y comenzó, el Reino cuya maduración nos confiaste a cada uno de nosotros. Que nuestras aulas sean la antesala de una sociedad renovada.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Que nosotros llenemos sus exigencias: conviviendo y colaborando fraternalmente en nuestra Comunidad Educativa, y caminando como pedagogos con tus hijos por los caminos de la libertad.
Danos hoy nuestro pan de cada día, el pan de la mesa familiar, el pan de la verdad y la amistad, el pan de la justicia y la libertad, el pan de los ideales y los valores para que lo compartamos cada día con los alumnos que nos confiaste,
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos, y nuestras limitaciones culpables porque en ellas empobrecemos a nuestros alumnos. Perdónanos nuestros desalientos y nuestras impaciencias. Y que nosotros comprendamos y perdonemos a nuestros alumnos.
No nos dejes caer en la tentación de hacer de nuestra vocación una mercancía que se vende y que se compra; de olvidar a los marginados de la cultura y de nuestras estructuras educacionales, de reducirnos a ser funcionarios al servicio de una enseñanza no comprometida con la vida
y líbranos del mal del paternalismo que aliena y no deja crecer. Líbranos del autoritarismo que domestica, borrando la originalidad de cada alumno. Y líbranos del mal terrible de no amar a nuestros alumnos.
AMÉN
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