
Al sentirnos hijos de un mismo PADRE, somos hermanos de todos los hombres y mujeres. Estamos llamados a comportarnos como tales y a crear cauces de fraternidad a nuestro alrededor, sin dejar de lado la exigencia y el compromiso para la instauración de un orden social justo.
Cada uno desde sus posibilidades, pero siempre sin abandonar lo más cercano. La acción significativa “AUSTERIDAD PARA COMPARTIR”, aquí y ahora, intentar vivir hoy siendo solidarios y creando fraternidad, implica, ser capaces de:
- REACCIONAR ante la injusticia y el sufrimiento en que viven tantos pueblos y personas, hermanas nuestras. Lo que nos hace estar con los OJOS ABIERTOS para VER la realidad del mundo y de las personas con la misma mirada de Dios. Esta reacción afecta a todas las dimensiones de nuestra vida personal.
- Tener la DETERMINACIÓN, desde un CORAZÓN SENSIBLE, de embarcarnos en procesos de conversión personal y de compromisos para la erradicación de las causas que generan situaciones donde la persona vive como no-sujeto. Que nos duela tanto las situaciones de soledad, pobreza, exclusión y marginación social que nos dispongamos para acoger y acompañar a las personas que las sufran ayudándolas a que salgan de ellas. La conversión personal nos ayuda a superar las tentaciones del poder, del afán de poseer-consumo y del dominio, a la vez que nos sentimos llamados a vivir desde los valores de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los pobres, los que sufren, los mansos… (Mt. 5,1-12; Mt 15, 35-36)
- Adoptar un ESTILO DE VIDA sostenible, cambiando nuestra escala de valores, que pone en juego todas nuestras posibilidades y que repercute en nuestro proyecto vital. Ser solidario constituye una forma de vida que afecta por igual a la acción social que una persona realiza como a su nivel de vida y consumo o a sus criterios económicos, políticos y la relación con el Medio Ambiente y del cuidado de la Creación y tener MANO PRONTA PARA ACTUAR, en los distintos ámbitos de nuestra vida: personal, relaciones cercanas, laboral, social y eclesial. En resumen, con esta ACCIÓN SIGNIFICATIVA, intentamos promover una forma de ser y un estilo de vida que favorezca la transformación (conversión) de actitudes personales, colectivas y sociales en hábitos de fraternidad y solidaridad; de participación responsable y de compromiso activo desde los ambientes más cercanos (familia, parroquia, barrio, trabajo…) que den como resultado la transformación de la persona y del tejido social y el cuidado de la tierra.
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