domingo, 10 de agosto de 2008

Silencio

El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada. El silencio es el ruido de la oración. El silencio, después de la homilía, es interpelación. El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos ha dado. En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones o deseos.
La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El silencio no es ausencia de…., es cultivar un lugar para que Dios nazca.

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