Nuestro Catecismo Católico nos dice: "La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera."
La familia debe estar basada en el afecto y respeto de los conyuges. Debe ser un acercamiento a los sentimientos del otro tomada como la Gracia de Dios en él/ella. El matrimonio será el fruto privilegiado para realizar un propósito común de ser el deseo del proyecto de Dios para ellos. Por tanto, debe tener un proyecto de vida cuyo pilar sea Cristo. Para que todo esto sea posible, el matrimonio debe estar fundamentado en una cooperación diligente de ambos para conseguir los objetivos de ese proyecto, y en un futuro transmitirlo a través de la educación de los hijos.
Es decir, debemos de querer y respetar el interés y la devoción que tenga mi esposo/a al igual que tenemos consideración y tolerancia que aquellos allegados que a veces no nos caen bien. Hay que proyectar, huyendo de las teorías absurdas de objetivos, contenidos, metología... Y por último debemos ponernos manos a la obra.

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