
Pues sí, llevaba toda la razón. Lo peor que le puede pasar a un matrimonio es que se acostumbre, que se acomode, que todo se dé por sabido, que ya está todo hecho... El matrimonio debe ser aceptado todos los días, debe ser renovado el compromiso, aceptado el otro y entregado el amor sin condiciones.
Comentaba a raiz de su sentencia que él lo había descubierto cuando era diácono. El cura de su pueblo era el que peores genuflexiones hacía, porque se había acostumbrado a hacerlas. Si las hiciera todos los días como algo nuevo seguramente las haría pensando que genuflexiona ante Dios nuestro Señor, ante el Santísimo. Tenemos que hacer del matrimonio cada día algo tan delicado y dedicarle el sumo cuidado que nos parezca vida nueva.
Os remito a un blog que he encontrado sobre el Matrimonio que funciona.
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