No hay nada que me llene más que contemplar cuantos milagros hace Cristo en su 4º día. En la clausura del domingo en San Juan se descubrió que cuando la gente ve a Jesús siempre corre a abrazarlo. Porque somos nosotros los que vamos, Él siempre es el que espera. El que ordena. El que guía. El que muestra. ¡Qué maravilla estar siempre atraído a su mensaje!
Y lo he descubierto a través de intendencias de oración durante todo el fin de semana que me ha hecho vivir en comunión con ellos en cada momento que estaban compartiendo en comunidad. He asistido a la Eucaristía ambos días para adorar a Cristo para con ellos que vivían el cursillo. Reconozco que el domingo corrí al encuentro real, personal y profundo de su amor. Y también para pedirle perdón al ofenderlo.
Seamos todos en nuestro 4º día convencidos de haber estado en el encuentro con Cristo, de la belleza y emoción que tiene el encuentro y el seguimiento. Arrastremos a todos hacia Él con nuestra vida y con nuestro testimonio. Digamos a los vientos que somos cristianos.
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