martes, 14 de abril de 2009

Austeridad y Penitencia

De pequeño, nunca me gustaron las espinacas. No se me borra el recuerdo angustiante de ver llegar a mi madre con aquellas hierbas verdes y marchitas y exclamar con júbilo: ¡para que seas fuerte como Popeye!
Años después me sirvieron una especie de ensalada de "hierba" que llevaba pistachos, pasas, aceite, algo de sal y manzana picada: "¡Qué delicia de ensalada! - ¿Qué es esta hierba verde?; ¡Espinacas!".
Esto me hizo reflexionar en que las cosas pueden cambiar de apariencia dependiendo de cómo se presenten. Para los cristianos este tiempo de Pascua tiene muchos significados, significados de conversión y resurrección después de una Cuaresma no "muy agradable" desde el punto de vista humano, pero sí muy provechosa para el alma que quiere acercarse más a Cristo.
Continuando sobre mi vivencia penitencial y la reflexión del camino, estuve examinadome acerca de dos temas que generalmente provocan controversia, pero en otros momentos pueden ser tomado con simpático o con admiración. Y sin querer trasmitir ninguno de estas sensaciones me dispongo a evidenciar lo meditado.
El primero de esos dos temas es la austeridad. Austeridad es vivir con sencillez y sobriedad la vida diaria. No se trata de una austeridad vivida en la tristeza, sino una austeridad vivida por amor y caridad con el prójimo. Cuando se vive por amor se es feliz, porque la austeridad nos lleva a desprendernos de nosotros mismos para entregarnos a los demás desde la caridad bien entendida, no desde la limosna que nos sobra. La austeridad fue una constante en la vida de Cristo. Cristo no contó con medios sofisticados para proclamar su mensaje, sin embargo sus palabras han llegado a millones de corazones a través de los siglos. Yo, desde este blog solo he podido llegar a 10.000 lectores en dos años... Los hombres de hoy también podemos asemejarnos a Cristo a través de la austeridad. No se trata de no tener almohadas en donde reclinar la cabeza. Se trata de vivir con normalidad el día a día. Pero lo más importante es hacer todo esto con convicción y por amor a Aquél que nos lo enseñó.
El segundo tema es la penitencia. La penitencia se puede interpretar de muchas maneras y ninguna se excluye en la Cuaresma ni en la Pascua. La penitencia no sólo como sacramento y acción por la cual confesamos nuestros pecados al sacerdote. También nos referimos a la penitencia como la tarea o el propósito de reparar nuestras faltas, y puede ser espiritual o física. Podríamos caer en el engaño de pensar en la penitencia como algo imposible. Pero hay que recordar que si no se hace por amor, si no se hace con un sentido de reparación, ¡mejor ni intentarlo!
En la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció el miércoles de ceniza de 2009, remarcaba la importancia de vivir la Cuaresma practicando estas dos virtudes. Decía el Papa: “La Cuaresma, que se caracteriza por una escucha más frecuente de esta Palabra, por una oración más intensa, por un estilo de vida austero y penitencial, ha de ser estímulo a la conversión y al amor sincero a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados”.


Vale la pena recordar que unas espinacas bien servidas y preparadas pueden cambiar el día. La austeridad y penitencia, bien vividas y entendidas, pueden cambiar la vida. No dudemos, por tanto, en Resucitar con Cristo desde pequeños actos de austeridad y penitencia, que seguro aliviarán nuestros sufrimientos más humanos y fortalecerá nuestra alma más cristiana.
Y así, después de una Cuaresma intensa y bien vivida, podamos exclamar con júbilo, ¡qué delicia! ¡Cristo ha resucitado y ha cambiado mi vida!

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