lunes, 8 de marzo de 2010

Demos frutos en abundancia

A semejanza de la higuera, estamos llamados a producir frutos en abundancia. Me pregunto si mi vida hoy por hoy está llena de paja y apariencia, como la higuera del Evangelio, o si podemos decir que estamos dando fruto. "Por sus frutos los conoceréis" dice el Evangelio. Pero para llegar hay que caer en la tierra y morir para dar frutos. Mi experiencia y vivencia en esta Cuaresma me indica que este proceso de conersión dura toda la vida, no es ni sucede en un momento determinado.

El viñador aflojó la tierra alrededor de la higuera y le echó abono para que diera más fruto. ¿Hago yo con mi vida como el viñador? ¿Arranco lo que no me hace crecer y muero? Así no podemos permitirnos perder la fe cuando el Señor fecunde nuestra vida con la cruz, el dolor, la crisis, la angustia y la desnudez. Recibo estas pruebas con serenidad, sabiendo que todo conduce al bien de los que aman a Dios. Para ello, necesito raíces profundas y bien arraigadas en Cristo, la Euvcaristía. Profundidad significa cultivar la vida interior, fomentar la vida de oración, alimentarnos con frecuencia de los sacramentos. Arraigo en Cristo quiere decir tenerlo como criterio y modelo de todo nuestro actuar cotidiano.

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