El evangelio de san Mateo resume la vocación cristiana en las bienaventuranzas. Jesús nos invita a vivir como Él, a ser pobres de corazón, a ser justos, misericordiosos, limpios, etc. Los santos han acogido esta invitación exigente y nosotros también somos llamados a abrazarla. Ante nosotros tenemos siempre la tentación de buscar sólo nuestra propia satisfacción y caemos en una visión utilitarista de la vida en la que sólo cuenta el éxito material y social. Con frecuencia nos olvidamos de ser buenos cristianos, buenos hijos, buenos compañeros de trabajo, buenos esposos, etc. Aspiremos a una vida auténtica y feliz. Busquemos esa felicidad que es fruto de la entrega al bien. Aprendamos a ser felices agradeciendo a Dios lo que tenemos. Seamos felices siendo responsables y honestos en nuestro trabajo. Seamos dichosos siendo misericordiosos y justos unos con otros. Sintámonos realmente bienaventurados al promover la paz. Gustemos de la alegría de perdonar sinceramente cuando nos lastimen. De esta manera, viviremos las bienaventuranzas en nuestra vida ordinaria y nos prepararemos, ya desde ahora, para entrar en el cielo.
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