Me adentro este puente como un retiro interior para pasar de la muerte a la vida. Romper lo anterior para religarme a la tierra. Tener presente lo vivido como impulso y pasar el umbral de ser del hombre a la sencillez del SER de DIOS.
Me encuentro en Pueblo de Dios.
Creo que no ha sido casualidad elegir un puente para hacer este paso. ¿Qué mejor si no?
Un puente que una extremos, que ligue dos orillas inabordables, que sea reclamo de acercamiento; un puente que nos dé paso a hacer cosas grandes siendo rastro del amor de Dios y esperanza de su fe. Él, en su eterno amor afianzó las aguas de la tierra y creo puentes.
En la bienvenida y el trascurso de estos días quiero nombrar a todas las personas que me han acogido, sostenido y alentado. Mamen, Miriam, Katy, Susana, Carles, Pepa, Juan Diego, Vicente, Jordi, Mila, Andrés, Rogelio, Antonio, Nubia, Jorge, Pepe, Eduardo, Marco, Judith, Alejandro, Pedro, Herminia, Migue, Lorenzo, Pachi, Maite, Kiko, Toni, Lidia, Merchi, Nazaret, Jesús, Judit, Amor, Ero, Carmen, Sara, Antonio, Nuria, Ana... y tantos y tantos en los que me he sentido comunidad.
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