El brazo de Ntro Padre Jesús del Gran Poder

Al Dios de nuestros abuelos, al Señor de Sevilla, al Padre de nuestras súplicas y lamentos, de nuestros anhelos y esperanzas, al Gran Poder, lo han profanado como solo pueden profanarlo los dementes o los rencorosos, los idos o los anticristos. Qué domingo más triste el de ayer. De corazones encogidos por el miedo a la barbarie y por la ofensa al rey de San Lorenzo. De almas en pena que lloraban su impotencia y no querían recordar ni oír ni revivir ecos dolorosos del pasado. ¿Quién y por qué profanó tan salvajemente al Señor de Sevilla? ¿Quién y por qué se ensañó con un símbolo que está por encima de la ciudad y que es hilo con el que cose la fe el sevillano y respeto supremo del que no teniéndola sabe lo que representa en el patrimonio sentimental de Sevilla? ¿Quién y por qué?

Así lo cuento. Así lo vivo. Esa dos preguntan nos machacaron ayer noche, en la noche más triste de Sevilla. Ese brazo que le arrancaron es el mismo que tantas veces le ha tendido el Gran Poder al sevillano. Para aliviarle su miseria, para ayudarlo a levantarse, para echárselo sobre el hombro y susurrarle al oído las palabras de aliento que se necesitan. El mismo brazo sobre el que Sevilla ha caminado tantos y tantos años. Siglos. Uno tras otro, en hilera silenciosa de nazarenos largos y oscuros, iluminando las esquinas más tenebrosas de nuestra historia. ¿Quién y por qué? Por qué se le arranca un brazo a quien tanta Sevilla lleva tras su túnica. Por qué. Dejó escrito el pregonero: si alguna vez te alzan la mano…Ayer no solo se la alzaron. Sino que lo profanaron y lo mutilaron. Con la saña, quiero pensar y creer, que solo pare la demencia. Mutilaron y profanaron al amor. Al que habrá que bien guardar de tanto loco como hay suelto…

Felix Machuca en ABC.es

Y para que no haya duda... Lo que dice el Código Penal

Artículo 523. «El que con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho, impidiere, interrumpiere o perturbare los actos, funciones, ceremonias o manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente registro público del Ministerio de Justicia e Interior, será castigado con la pena de prisión de seis meses a seis años, si el hecho se ha cometido en lugar destinado al culto, y con la de multa de cuatro a diez meses si se realiza en cualquier otro lugar.

Artículo 524. «El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas ejecutare actos de profanación en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses».