SAN JUAN MARÍA VIANNEY. Sacerdote diocesano, miembro de la Tercera Orden Franciscana, que tuvo que superar incontables dificultades para llegar a ordenarse de presbítero. Su celo por las almas, sus catequesis y su ministerio en el confesonario transformaron el publecillo de Ars, que a su vez se convirtió en centro de frecuentes peregrinaciones de multitudes que buscaban al Santo Cura. Es patrono de los párrocos.
Nace el Santo en tiempos revueltos: el 8 de mayo de 1786. En Dardilly, no lejos de Lyón. Estamos por consiguiente en uno de los más vivos hogares de la actividad religiosa de Francia. Desde algunos puntos del pueblo se alcanza a ver la altura en que está la basílica de Fourvière, en Lyón, uno de los más poderosos centros de irradiación y renovación cristiana de Francia entera. Juan María compartirá el seminario con el Beato Marcelino Champagnat, fundador de los maristas; con Juan Claudio Colin, fundador de la Compañía de María, y con Fernando Donnet, el futuro cardenal arzobispo de Burdeos. Y hemos de verle en contacto con las más relevantes personalidades de la renovación religiosa que se opera en Francia después de la Revolución francesa. La enumeración es larga e impresionante. Destaquemos, sin embargo, entre los muchos nombres, dos particularmente significativos: Lacordaire y Paulina Jaricot.
Una vez le escuché a un amigo una simpática anécdota sobre Juan María Vianney (el Santo Cura de Ars)… contaba él que este piadosísimo sacerdote era molestado frecuentemente por el demonio, quien aprovechaba cada oportunidad para ponerle a prueba… un día, Juan María se sentía un poco indispuesto y se dirigió a la letrina para… bueno, para hacer lo que se hace en ese lugar… se sentó y, como el santo aprovechaba cada instante para orar, tomó su rosario y comenzó a desgranar sus cuentas… en eso se le presenta el enemigo y en tono burlón lo dice:
- “¡Cura blasfemo… te jactas de servir a Dios frente al altar, pero mira a donde has venido a traer tus devocioncillas! ¿No te da vergüenza rezarle a la Virgen mientras defecas?”
El Cura de Ars, acostumbrado ya a estos ataques, le respondió:
- “¿Por qué te inquietas? No hay nada de malo en mi devoción, pues todo lo que sube es para Dios… y lo que baja, ¡para ti!”
Al escuchar esto, el demonio salió de allí rabiando pues no había conseguido quitarle la paz al Cura de Ars.
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