Es importante que reflexionemos un poco en torno a los motivos por los que seguimos a Jesús. No, no es que tu le escogiste a Él, no es que tu haz decidió seguirle, no. Es que Él te ha elegido. Eso es muy distinto, y Él sabe por qué. No te pongas a echar prosa ahora, ni historias, ni interpretaciones, porque no es por ningún mérito o merecimiento. El hecho comncreto es que Él te ha elegido a ti. Sus criterios no son mundanos, no son los mismos que los nuestros. No andemos entonces por ahí ufanándonos, vanagloriándonos por haber sido escogidos por ser tan buenos, tan cultos, tan preparados, tan influyentes, tan amorosos, tan inteligentes, tan bonitos, tan tiernos, tan dulces, tan irresistibles…El Señor trazas líneas rectas con rasgos torcidos. ¿O acaso sus 12 eran sabios, guapos, listos, cultos y sensibles?
No es por ningún merito ni merecimiento en nosotros, que Jesús nos escoge, Él nos llama, porque nos ama y punto. Su amor es infinito y va más allá de nuestro entendimiento. Así que no andemos haciendo cálculos ni comparándonos, dejemos nuestras cuentas, cábalas y análisis matemáticos de lo que es y será. Eso con Jesús no sirve. Conformémonos con saber que somos amados, y que en contribución debemos amarle, amando a nuestros hermanos. Eso es lo que nos pide a cada uno de nosotros. A todos con la misma intensidad, conforme a su situación y condición humana. Cada quien sabe entonces lo que tiene que hacer, dónde y cómo.
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