Es una descripción total de Jesús: cura y enseña: proclama
la Buena Noticia y la hace presente con la salud que se devuelve a los
necesitados.
El relato es como una síntesis global de la actividad futura de
Jesús, incluido aquí como un “resumen programático”, escrito por alguien que
conoce cómo será su futuro.
Este texto es muy importante, y más aún colocado aquí, en la
presentación del trabajo público de Jesús. Jesús está mostrando cómo es la
acción de Dios en el mundo: proclamar la buena noticia, curar. Los dos símbolos
básicos de Jesús, que revelan quién y cómo es Dios para nosotros: médico y luz.
Por eso adquieren tanta importancia simbólica los relatos de
curación de ciegos, hasta el punto de que el cuarto evangelio convierte la
curación del ciego de nacimiento en uno de los ejes del mensaje, conectándolo
con el tema “la luz y las tinieblas” que es una de sus líneas temáticas
fundamentales.
Luz y salud: palabra y curación. Es el oficio constante, exclusivo,
de Jesús en Galilea.
Descubriremos que esta imagen de Jesús por Galilea es la revelación
del Padre, si aplicamos consecuentemente las expresiones básicas de nuestra
fe:
- “Dios estaba con Él”
- “El hombre lleno del Espíritu”
- “El Hijo nos lo ha dado a conocer”
Se nos han presentado, en el principio de la vida pública de Jesús,
los parámetros fundamentales de toda la existencia cristiana, las líneas básicas
de la Buena Noticia: quién es Dios y quiénes somos nosotros.
La presentación de Jesús como "el Hijo", el "hombre lleno del
Espíritu" quiere decir que viéndole podemos conocer a Dios. Esa es la primera
piedra de la fe cristiana: acceder a Dios a través de Jesús, ver a Dios en
Jesús.
Ver al Espíritu de Dios trasformando a Jesús en el Hijo significa
que sabemos también cómo es el ser humano como Dios lo sueña. En Jesús podemos
contemplar a Dios y contemplarnos a nosotros mismos.
Y Jesús empieza por invitarnos a cambiar, a convertirnos, a
abrirnos al Reino. La predicación de Jesús es: "Ya está aquí el Reino,
convertíos". Convertirse es cambiar, cambiar desde el fondo, mirar a otros
objetivos, adoptar otros valores. Se ofrecen como valores y objetivos los del
Reino, es decir, la Voluntad de Dios, la Salvación.
Y es éste uno de los tests más significativos de nuestra vida
cristiana:
- ¿Cambias o estás siempre igual?
- ¿Eres caminante o estás anclado en lo de siempre?
- ¿Te estás convirtiendo constantemente en algo nuevo y mejor?
- Una vez más las parábolas “vegetales” nos dan las pistas correctas.
- ¿Cómo va la semilla, va creciendo?
- ¿Cómo va la masa, va siendo fermentada por la levadura?
- ¿Hay frutos de tu árbol?
- ¿en qué se está convirtiendo tu vida?
El llamamiento a la conversión va unido al llamamiento a la misión,
a ser, como Jesús, salvadores. Así queda definida la vocación de la
iglesia, de nosotros la iglesia: pasar haciendo el bien, curar, ser luz, ofrecer
salud y claridad...
Con la sencillez del que sabe que no da lo suyo, sino lo que ha recibido, con la urgencia del que sabe que no lo ha recibido por privilegio, sino para darlo.
No pocas veces hemos restringido el llamamiento a unos pocos, los
sacerdotes, los religiosos: esos deben dejarlo todo, esos tienen una misión.
Pero Jesús está llamando a todos.
Somos la Iglesia los que queremos aceptar la llamada de Jesús, los
que queremos que toda nuestra vida sea Misión. Unos desde el matrimonio, otro
desde el celibato; unos poseyendo, otros renunciando; unos dedicados a la vida
contemplativa, otros trabajando en las faenas cotidianas... todos siguiendo a
Jesús y trabajando por el Reino: por ser el Reino, por convertirse al Reino y
por anunciar el Reino, convertir el sueño de Jesús en una realidad.
Hoy podríamos situarnos en el lago y sentirnos llamados por Jesús,
personalmente. Quizá no estoy llamado a cambiar los modos exteriores básicos de
mi vida: pero es seguro que Jesús me llama a cambiar de criterios, de valores y
de estilo: es seguro que Jesús me ofrece que toda mi vida sea Misión, que todo
tenga valor para el Reino.
Fuente: José Enrique
Galarreta
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