
Aburridos somos nosotros. Hasta el punto de que incluso cuando un buen día sentimos en el alma un golpe de gracia de Dios y nos proponemos ser santos, lo primero que se nos ocurre es copiar: voy a ser como san Francisco Javier, o como santa Teresita del Niño Jesús; como san Juan Bosco, como santa Ángela de la Cruz.
Y en este empeño, a veces copiamos la postura de sus manos, la inclinación de la cabeza, el "aire" de santidad. Y no nos damos cuenta de que lo de menos son los gestos. Y no advertimos que Dios, el Creador, goza viéndonos diferentes.
Faltamos nosotros en el calendario de los santos. Pero en el intento por parecernos a ellos, que no se nos ocurra copiar. Y mucho menos despreciarnos. Porque si Dios hizo el mundo de la nada, y le salió tan divertido, ¿qué obra de arte no podrá conseguir de cada ser humano, rey de la Creación, si le dejamos hacer?
Empecemos por ser buenas personas. Busquemos tiempo para amar, para hablar con Dios sin prisas, sin mirar al reloj. Y Dios, tan divertido Él, nos marcará el camino. A lo mejor, el camino que menos esperábamos.
Porque Dios no copia: crea.
Empecemos por ser buenas personas. Busquemos tiempo para amar, para hablar con Dios sin prisas, sin mirar al reloj. Y Dios, tan divertido Él, nos marcará el camino. A lo mejor, el camino que menos esperábamos.
Porque Dios no copia: crea.
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