
Pienso que Jesús confió sus discípulos a María antes de la venida del Espíritu Santo. La Virgen María en realidad, en un tiempo de «vacío», cuando Jesús ya no está y el Espíritu no ha descendido todavía, parece la persona más apropiada para llenar de alguna forma estas dos presencias en un momento de recuerdo y de espera.
De recuerdo porque María es memoria viviente de Cristo, de su vida desde el principio, de sus palabras. Su presencia materna habla de Él en todo. Y de espera porque la Virgen María, que ha recibido el Espíritu Santo en plenitud, se convierte en la garantía y la esperanza del cumplimiento de la promesa de Jesús. Vendrá el Espíritu prometido –parece asegurar María– así como vino sobre mí. Dios es fiel a sus promesas.
De recuerdo porque María es memoria viviente de Cristo, de su vida desde el principio, de sus palabras. Su presencia materna habla de Él en todo. Y de espera porque la Virgen María, que ha recibido el Espíritu Santo en plenitud, se convierte en la garantía y la esperanza del cumplimiento de la promesa de Jesús. Vendrá el Espíritu prometido –parece asegurar María– así como vino sobre mí. Dios es fiel a sus promesas.
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